Tu Oportunidad
Uno de los avances más imponentes y desconcertantes de la guerra moderna fue la Blitzkrieg (guerra relámpago) alemana. En la Segunda Guerra Mundial, los alemanes querían evitar el desgastante combate de trincheras de las guerras previas. Así, concentraron divisiones móviles en rápidas y estrechas fuerzas ofensivas que tomaban a sus enemigos por sorpresa. Como la punta de una lanza, columnas de tanques irrumpieron en Polonia, los Países Bajos, Bélgica y Francia con resultados devastadores y escasa oposición. En la mayoría de los casos, los comandantes contrarios simplemente se rindieron antes que enfrentar lo que semejaba ser un monstruo invencible e infatigable que se arrojaba sobre ellos. La estrategia de la Blitzkrieg fue diseñada para explotar el temor del enemigo: este debía desplomarse a la sola vista de una fuerza arrolladora. El éxito de esta táctica depende por completo de esa respuesta. Surte efecto porque las tropas ven la fuerza ofensiva como un obstáculo enorme que se alza frente a ellas.
Así fue como la oposición aliada vio la Blitzkrieg durante casi toda la guerra. Podía ver solo su poder, y su propia vulnerabilidad. En las semanas y meses posteriores a la exitosa invasión de Normandía por las fuerzas aliadas, la enfrentaron de nuevo: una serie de grandes contraofensivas germanas. ¿Cómo podrían detenerla? ¿Las obligaría a abandonar las playas mismas que acababan de recuperar a un costo tan alto?
Un gran líder contestó esta pregunta. Al llegar a la sala de juntas del cuartel general en Malta, el general Dwight D. Eisenhower hizo un anuncio: no toleraría más pusilanimidad en sus generales. “La situación presente debe considerarse una oportunidad para nosotros, no un desastre”, ordenó. “Solamente habrá rostros optimistas en esta mesa de juntas.”
En la contraofensiva en ascenso, Eisenhower fue capaz de ver la solución táctica que había estado frente a ellos todo el tiempo: la estrategia nazi llevaba en sí misma su propia destrucción.
Solamente entonces los aliados fueron capaces de advertir la oportunidad dentro del obstáculo más que simplemente el obstáculo que las amenazaba. Bien visto, y mientras los aliados pudieran doblarse pero no quebrarse, ese ataque lanzaría de cabeza a más de cincuenta mil alemanes a una red, o a una “parrilla”, como lo expresó elocuentemente Patton.
La batalla de las Ardenas y, antes, la batalla del cerco de Falaise, temidas como grandes reveses y el final del empuje aliado, fueron en realidad sus mayores triunfos. Al permitir el paso de una cuña de avanzada del ejército alemán y atacarla después por los flancos, los aliados rodearon por completo al enemigo desde la retaguardia. La invencible y penetrante acometida de los tanques alemanes no fue solo impotente, sino también suicida, un ejemplo de libro de texto de por qué nunca debes dejar expuestos tus flancos.
Más todavía, es un ejemplo básico del papel que nuestras percepciones desempeñan en el éxito o fracaso de quienes se oponen a nosotros. Una cosa es no sentirse abrumado por los obstáculos, ni desalentado o trastornado por ellos. Esto es algo que pocos son capaces de hacer. Pero una vez que has controlado tus emociones y puedes ver las cosas con objetividad y mantenerte firme, el paso siguiente se vuelve posible: el salto mental que te permite ver no el obstáculo, sino la oportunidad que esconde. Como lo dijo Laura Ingalls Wilder: “Hay algo bueno en todo si lo buscamos”. Pero somos muy malos para buscar. Cerramos los ojos al don. Imagina que hubieras estado en los zapatos de Eisenhower, con un ejército en estampida contra ti y que solo pudieras ver la inminente derrota. ¿Cuánto más habría durado la guerra? ¿Cuántas vidas más se habrían perdido?
El problema son nuestras ideas preconcebidas. Nos indican que las cosas deberían ser de cierta manera, así que cuando tal cosa no ocurre, naturalmente suponemos que estamos en desventaja o que hemos perdido nuestro tiempo al perseguir otro curso, cuando en realidad todo está bien y cada situación nos da la oportunidad de actuar.
Tomemos una circunstancia en la que todos hemos estado: tener un jefe abusivo. Todo lo que vemos es terrible. Todo lo que vemos es esa cosa espantosa que nos oprime. Y nos acobardamos. Pero ¿qué pasaría si vieras eso como una oportunidad, no como un desastre?
Si en verdad crees estar en la cuerda floja y preferirías renunciar, tienes una oportunidad excelente de crecer y mejorar. Una posibilidad incomparable de experimentar con soluciones diferentes, probar otras tácticas o emprender nuevos proyectos que enriquezcan tu conjunto de habilidades. Puedes estudiar a ese jefe abusivo y aprender de él, mientras completas tu currículum y consultas a tus contactos en busca de un mejor empleo en otra parte.
Puedes prepararte para ese empleo al mismo tiempo que pruebas nuevos estilos de comunicación o de defender tus ideas, todo ello con una perfecta red de protección para ti: renunciar y marcharte de ahí. Con esta nueva actitud y temeridad, quizá podrías obtener concesiones y descubrir que tu trabajo te gusta de nuevo. Un día tu jefe cometerá un error y tú pasarás a la acción y lo rebasarás. Esto te procurará una sensación mucho mejor que la opción: quejarte, hablar mal de él, incurrir en hipocresía y blandenguería.
O piensa en ese añejo rival tuyo en el trabajo (o en aquella compañía competidora), que te causa interminables dolores de cabeza. Repara en el hecho de que él también:
•Te obliga a estar alerta.
•Eleva las apuestas.
•Te motiva a demostrar que está equivocado.
•Te curte.
•Te ayuda a apreciar a tus verdaderos amigos.
•Te ofrece un instructivo contraejemplo, justo aquello que no quieres ser.
O recuerda esa falla de la computadora por culpa de la cual perdiste todo tu trabajo. Ahora serás el doble de experto, porque tendrás que volver a hacerlo.
¿Y las decisiones de negocios que resultaron equivocadas? Aventuraste una hipótesis que resultó ser falsa. ¿Por qué eso debería molestarte? No molestaría a un científico, le ayudaría. Quizá no apuestes tanto a algo así la próxima vez. Y ahora has aprendido dos cosas: que tu instinto resultó erróneo, y el tipo de apetito de riesgos que realmente tienes. Cargas y bendiciones no son mutuamente excluyentes. Es mucho más complicado. La esposa de Sócrates era mala y refunfuñona; él siempre decía que haberse casado con ella era una buena práctica filosófica. Claro que tú querrías evitar algo negativo si pudieras. Pero ¿y si pudieras recordar al momento el segundo acto que acompaña a las situaciones desagradables que tanto nos empeñamos en evitar?
Unos psicólogos deportivos hicieron en fecha reciente un estudio sobre atletas de élite atorados en alguna adversidad o lesión grave. Inicialmente, cada uno de estos dijo sentirse solo, emocionalmente perturbado y escéptico respecto a su capacidad atlética. Pero después cada cual dijo haber visto aumentar su deseo de ayudar a los demás, su perspectiva y la comprobación de sus fortalezas. En otras palabras, todas las dudas y temores que habían sentido durante su lesión se convirtieron en mayores aptitudes justo en esas mismas áreas.
Esta es una idea maravillosa. Los psicólogos la llaman crecimiento por adversidad y crecimiento postraumático. “Lo que no me mata me hace más fuerte” no es un lugar común, es una realidad. La lucha con un obstáculo inevitablemente nos propulsa a un nuevo nivel de funcionamiento. La medida de la lucha determina la medida del crecimiento. El obstáculo es una ventaja, no una forma de la adversidad. El enemigo es toda percepción que nos impide ver esto.
De todas las estrategias de las que hemos hablado, esta es una que puedes emplear siempre. Todo puede obrar en nuestro beneficio, verse con estos ojos: una mirada penetrante que ignora la envoltura y solo ve el regalo. O bien, podemos combatir hasta el final, pero el resultado será el mismo. El obstáculo no dejará de existir. Solo que ahora dolerá menos. El beneficio continúa ahí, debajo de la superficie. ¿Qué clase de idiota decide no aprovecharlo?
Nosotros agradecemos ahora lo mismo que otros evitan o rehúyen.
Cuando la gente es:
•… grosera o irrespetuosa,
nos subestima; esta es una gran ventaja.
•… maquinadora,
no tenemos que disculparnos de tomarla como ejemplo de lo que no queremos ser.
•… crítica o cuestionadora de nuestras habilidades,
las bajas expectativas son más fáciles de exceder.
•… perezosa,
todo lo que lo logremos parecerá más admirable.
Es impresionante: esos son magníficos puntos de partida, mejores en algunos casos que cualquier cosa que hayas esperado en el mejor de los escenarios.
¿Qué ventaja obtienes del hecho de que alguien sea cortés o se ande con miramientos? Detrás de las conductas que provocan una reacción negativa inmediata está una oportunidad, un beneficio expuesto que podemos aprovechar mentalmente para después hacerlo realidad. Así que concéntrate en eso: en el regalo mal envuelto e inicialmente repulsivo que has recibido en cada situación aparentemente desventajosa. Porque detrás de la envoltura está lo que necesitamos, a menudo algo de verdadero valor. Un regalo con un beneficio extraordinario.
Nadie ha hablado aquí de perogrulladas como la del vaso medio lleno. Esta debe ser una forma radicalmente distinta de ver las cosas. Ver más allá de lo negativo, de su mal aspecto, para llegar a su consecuencia: lo positivo.