Epicuro, Las 39 Máximas Capitales
Llevar una vida feliz es llevar una vida agradable, sin incomodidades ni sufrimientos.
Para ello, es fundamental conocer la naturaleza de las cosas y nuestras posibilidades.
Y, a partir de ahí, tratar de vivir con autonomía dentro del margen de nuestras posibilidades.
NO hay que temer a los dioses ni a la muerte
1. No hay que agobiarse por los dioses: ellos no se preocupan por lo que hagamos…
2. Tampoco hay que agobiarse por la muerte: en realidad es como si no existiera, pues, cuando nos llega, ya no estamos vivos.
Para ser feliz, hay que llevar una vida agradable. Y, para ello, basta evitar el sufrimiento
3. El placer no tiene valor por sí mismo: solo tiene valor en la medida en que elimina el sufrimiento. -Lo importante es eliminar el sufrimiento.
4. Pero tampoco hay que agobiarse por el sufrimiento, pues es imposible evitarlo por completo. Lo que hay que hacer es pensar que, si es un sufrimiento muy fuerte, durará poco; que el que dura más, nunca es tan fuerte; y que, en cualquier caso, ningún sufrimiento dura para siempre…
La vida agradable no está reñida con la moral.
5. Para vivir una vida agradable, hace falta prudencia, honestidad y ser justos. Vivir con prudencia, honestidad y justamente… no es llevar una vida desagradable.
Hay que aceptar el poder político como una ventaja, no como un inconveniente.
6. No hay que agobiarse con la política. Hay que pensar que el poder político es algo natural y bueno. Gracias a él podemos convivir con tranquilidad y seguridad.
El placer no puede ser malo por sí mismo.
7. Ningún placer es por sí mismo malo. Aunque es cierto que algunos placeres pueden acabar produciendo molestias o perjuicios.
8. Es verdad que algunos placeres pueden producir molestias o perjuicios. Pero todos no son iguales.
9. Si los placeres de los degenerados se desligaran del miedo a las creencias, a la muerte y al dolor, y aprendieran a limitar sus deseos, entonces ya nada habría que reprocharles por ellos.
Para alcanzar el equilibrio de la vida feliz, hace falta conocimiento: aprender cómo es cada cosa y cuál es el justo límite de cada cosa.
10. Si no tuviéramos miedo a las creencias y a la muerte, ni desconociéramos los límites de los dolores y los deseos, no necesitaríamos de la investigación de la naturaleza.
11. Pero, sin la investigación de la naturaleza del universo y sin cuestionar las creencias y los mitos, no es posible librarse del temor hacia las cosas supremas ni, en consecuencia, conseguir placeres puros -libres de todo miedo.
12. No sirve de nada que convivamos con los demás en paz y con seguridad, si permanecemos temerosos de las cosas de arriba y del más allá.
La verdadera seguridad que hay que conseguir es la de sentirse seguro cada uno por sí mismo, tener confianza, no tener miedo.
13. La seguridad más importante es la que deriva de la tranquilidad de cada uno en su intimidad. Todos los problemas nos vienen más de nuestra propia opinión sobre las cosas, que de las cosas mismas.
14. La riqueza que pueda venir de la naturaleza es poca y fácil de conseguir. Pero los errores que se deben a la opinión que uno mismo se hace, esos pueden ser infinitos. -El problema no está tanto en tener o no tener cosas, como en necesitarlas o desearlas…
Si aprendemos cómo son las cosas, las comprenderemos en sus justos límites y no nos guiaremos por meras opiniones: y entonces nada podrá inquietarnos o perjudicarnos.
15. La fortuna nada puede contra el sabio, pues su mayor riqueza -su sabiduría- procede de su propia razón y solo depende de ella para conseguirla.
16. Al que es justo o sabio nada le puede molestar; y al que no lo es hay muchas cosas que le incomodan.
17. El placer no es del todo distinto del dolor. En realidad no son más que dos maneras diferentes de sentir las cosas. Comprendemos los límites del placer mediante la investigación de estas cosas, que antes tanto temor nos producían.
18. Da igual el tiempo que duren los placeres, si comprendemos sus límites mediante la razón.
19. Los placeres no son infinitos, pero nuestra mente nos puede hacer comprender que tampoco es necesario que lo sean, y así nos proporciona una vida más perfecta. La mente no rechaza el placer, pero tampoco lamenta su pérdida cuando se acaba la vida.
20. Quien conoce bien los límites de la vida sabe que, para librarnos del dolor que produce la necesidad y llevar una vida completamente perfecta, no hace falta nada excesivamente complicado, sino que es bien fácil de conseguir.
21. Lo que hay que hacer es tener bien claro el fin que nos proponemos, hacia el cual queremos dirigir todas nuestras opiniones. De lo contrario, nuestra vida se desorganiza y se llena de incomodidades.
22. Debemos evitar que nuestras propias impresiones y opiniones se contradigan entre ellas, pues, de lo contrario, ¿cómo vamos a saber cuáles son verdaderas y cuáles falsas?
Si hemos de conocer las cosas y lo que hay en la naturaleza, debemos atender a nuestras sensaciones y aceptarlas como criterio seguro de juicio.
23. Si rechazamos completamente nuestras impresiones sensibles, no nos quedarán más que puras opiniones sobre las cosas, perdiendo así todo criterio seguro de juicio. Y, si damos por cierto todo lo que opinamos o pensamos, sin más, sin confirmación sensible alguna, no podremos evitar engañarnos: nuestros juicios serán siempre inciertos y ambiguos.
24. Si no guiamos nuestra conducta por la naturaleza de las cosas, la propia realidad acabará desmintiendo nuestras palabras.
Autocontrol de los deseos.
25. Los deseos que no conducen al dolor, si no son saciados, no son necesarios; y los que son difíciles de saciar o nos perjudican fácilmente, podemos prescindir de ellos.
El valor de la amistad.
26. El mayor bien que nos proporciona la sabiduría para la felicidad de toda la vida es la amistad.
27. El conocimiento nos hace confiar en que nada terrible es eterno ni duradero, y la amistad, aunque nos ofrece cierta seguridad, siempre hay que considerarla dentro de los mismos límites.
La falta de control de los deseos nos perjudica.
28. Clasificación y conveniencia de los deseos.- De los deseos,
a) unos son naturales y necesarios (los que eliminan el dolor, como el agua para la sed).
b) Otros, naturales y no necesarios (los que solo producen placer, pero no alejan el sufrimiento, como los alimentos refinados).
c) Otros, ni naturales ni necesarios, sino fruto de puras opiniones (como las coronas o las ofrendas de estatuas…).
29. En los deseos naturales que no ocasionan dolor si no se sacian (los del tipo b)), ponemos demasiado afán, a pesar de que solo son fruto de vanas opiniones; y, como no se disuelven por sí solos, acaban llevándonos a hacer cosas vanas.
Consideramos convencionalmente justo lo que refuerza nuestra convivencia pacífica.
30. Lo justo, según la naturaleza, es lo que no perjudica a nadie: ni daña a otros, ni es uno mismo el dañado.
31. Para los animales no existe ni lo justo ni lo injusto, pues no pueden hacer pactos de no agresión. Pero tampoco lo hay para los pueblos que o no pudieron o no quisieron hacer pactos de ese tipo.
32. La justicia no es más que un pacto de no dañar ni ser dañado en las relaciones de unos con otros en determinadas ocasiones y en un cierto tiempo.
33. La injusticia no es por sí misma un mal, sino solo por el temor de que no pasara desapercibida a los que están puestos para castigar tales acciones. -Cfr. Anillo de Giges.
34. Quien incumple un pacto a escondidas no puede confiar nunca en que su injusticia va a pasar desapercibida para siempre…
35. Para los que tienen un mismo derecho, una misma ley, lo injusto es lo mismo para todos, pues es algo útil para regular su convivencia. Pero, para los que son de un país diferente, no para todos, resulta ser justo lo mismo.
36. Las leyes que sirven para mejorar la convivencia son justas; y las que no mejoran la convivencia no lo son.
37. Cuando las leyes justas dejan de satisfacer nuestras expectativas de convivencia, ya no son justas.
Cada uno debe comprender los límites de sus posibilidades y renunciar a lo imposible.
38. Quien prescinde de todo aquello que no está a su alcance, siempre se mueve dentro de los límites de sus posibilidades, entre lo que resulta familiar, y nunca echará de menos lo que resulta imposible, se mantiene completamente al margen de ello.
Podemos confiar en los vecinos, pero tampoco tenemos que lamentar su pérdida.
39. Quien se siente seguro con sus vecinos, vive entre ellos con la mayor felicidad, pero tampoco tiene por qué lamentar la pérdida de alguno de ellos.