El concepto del “fragilista”
El fragilista pertenece como dice N.Taleb, a la clase de personas que suelen vestir de traje e incluso los viernes, reaccionan a nuestros chistes de forma glacial y tienden a padecer de la espalda demasiado pronto por pasarse tanto tiempo sentando en despachos y aviones o examinando la prensa. Suelen participar en un extraño ritual conocido vulgarmente “reunión”. Además de todo esto, tienden a pensar que lo que no ven, o no entienden, no existe. Yo diría, que esto es habitual en cualquier persona con un poco de ego desmedido. En el fondo, confunden lo desconocido con lo inexistente.
El fragilista viene ser la persona que tiene la convicción absoluta y no hay nada más, a partir de sus teorías, y tiende a la sobrevaloración del alcance del conocimiento científico. N.Taleb lo llama un racionalista ingenuo, un racionalizador o simplemente un racionalista, porque cree que puede acceder automáticamente a las razones de las cosas.
Fuera de la física, y en general en los ámbitos complejos, las razones de las cosas han tendido cada vez menos evidentes para nosotros y aún menos para el fragilista. Pero esta propiedad de las cosas naturales de no venir acompañadas de un manual del usuario no es un gran obstáculo para algunos fragilistas: se reunirán para escribirlo ellos gracias a su definición de “ciencia”.
Así, gracias al fragilista la cultura moderna se ha ido haciendo más y más ciega a lo misterioso, lo impenetrable, lo que Nietzsche llamaba lo dionisíaco de la vida.
En resumen, el fragilista ya sea médico, economista o planificador de cualquier ámbito; es alguien que nos hace partícipes de políticas y actuaciones, todas ellas artificiales, donde los beneficios son pequeños y visibles, y las repercusiones o los efectos secundarios son potencialmente graves e invisibles.
Algunos ejemplos serían: un médico que niega la capacidad natural del cuerpo para curarse y nos administra medicamentos con unos efectos secundarios que pueden ser muy graves; también el político fragilista, que confunde la economía como dice N.Taleb: como una lavadora que debe arreglar continuamente por él, hasta que lo estropea todo; o el fragilista financiero que aplica modelos de riesgo que acaban con el sistema bancario; o el fragilista analista que nos anima a correr más riesgos; y así muchos más.
Los políticos apuntan a los conceptos de resiliencia y solidez, no al de antifragilidad, como apunta N.Taleb, y con ello ahogan los mecanismos de crecimiento y evolución. No hemos llegado a donde estamos gracias a la noción cobardica de resiliencia. Y, lo que es peor, no hemos llegado a donde estamos hoy gracias a quienes fijan políticas, sino gracias al hambre de riesgos y errores de cierta clase de personas a las que debemos alentar, proteger y respetar.